BARAYA, UN PUEBLO ENCARCELADO POR EL ESTADO COLOMBIANO

La región norte del municipio de Baraya en el departamento del Huila, ha estado fuertemente atravesada por el conflicto social y armado que vive el país desde hace 50 años. Por las veredas de Río Blanco, La Profunda, Las Perlas, Versalles, Nueva Reforma, La libertad, Daríen, Río Negro, caminaron en 1960 los colonos que huían hacia la Amazonia y la Orinoquia de la Violencia liberal/conservadora. Hoy, 52 años después, la situación de vulneración de derechos fundamentales a los habitantes de la región es dramática. 


Esto se agrava por el pésimo estado de las vías que tiene –otra vez- bloqueadas a estas veredas por un derrumbe que tumbó la banca de carretera en el tramo Laureles- Las Perlas. Al respecto, don Eliecer, un habitante de la zona afirma: “acá pasamos casi todo el año taponados, el año pasado fue la misma cosa y tuvimos que tomarnos el Invías 12 días para que nos solucionaran, a ese paro nos acompañaron campesinos de toda la zona norte del departamento y allá nos dimos cuenta, hablando con esos ingenieros, que el poquito de plata que destinan para estas zonas se las roban los contratistas”. 

Don Eliecer recuerda el paro que inició el 26 de mayo de 2012 en la ciudad de Neiva a las afueras de las instalaciones del Instituto Nacional de Vías-Invías, donde los campesinos barayunos se movilizaron para exigir al Estado que arreglara el mismo tramo de carretera que hoy se encuentra taponado. A este paro se unieron todos los campesinos de la zona norte del departamento, quienes se solidarizaron con la situación de sus coterráneos y exigían, a su vez, inversión en sus vías terciarias. 

En el 2012 el ingeniero encargado de la realización de las obras en el tramo Las Perlas-La Libertad, incumplió el contrato e intentaba pactar con los representantes campesinos un acuerdo fácil para evitar el escándalo. El Invías no destinó los recursos suficientes y el dinero de vías terciarias se perdió de nuevo en el círculo de corrupción que desde hace ya buen tiempo está enquistado en las instituciones del Estado. 

Cuando los campesinos llegaron a la ciudad y se aposentaron en el Invías en mayo de 2012 a reclamar por el estado de las vías, los funcionarios del Instituto estaban asustados, temiendo ser auditados. No obstante, no se señalaron responsables, sino que se llegó un acuerdo con el Invías nacional, la gobernación del Huila y el Ministerio de Vías y Transporte, donde en Acta 1 de 8 de junio de 2012 se pactó que se haría de manera inmediata el mantenimiento y adecuación del tramo Laureles-La Libertad, así como el mantenimiento y adecuación de todas las vías terciarias de los municipios del norte del Huila: Tello, Baraya y Neiva rural. 

Sin embargo, la historia se repite, desde principios de diciembre de 2012, el tramo Laureles – Las Perlas se encuentra nuevamente taponado por un derrumbe. Los gobiernos nacional, departamental y municipal han incumplido los acuerdos firmados con la ciudadanía, mientras los campesinos han demostrado su apuesta por la democracia, desde la participación y la exigibilidad de derechos. 

El gobierno que se asienta en el aparato estatal parece no saber cuál es su función, pues no están cumpliendo con las responsabilidades a las que se han comprometido y para las que fueron designados por la ciudadanía. Por su parte, los campesinos han tenido que organizarse para resolver sus necesidades básicas, son ellos quienes han tenido que abrir y mantener sus carreteras a punta de pala y hacha. 

Sobre el estado de las carreteras en Baraya, una mujer campesina afirma “Acá estamos perdiendo la cosecha, porque no tenemos transporte y nos sale más caro llevar los productos a lomo de mula, que lo que nos compran los productos en el pueblo, por eso preferimos que eso se pudra ahí en el monte. Los niños están en peligro, no tenemos promotora de salud, mejor dicho estas tierras tan fértiles, tan hermosas, están arruinadas porque el gobierno no les mete inversión, vamos a tener que irnos de nuevo para Neiva a ver si nos ponen cuidado”. 

El Estado debe ser capaz de ver más allá de las grandes carreteras de interconexión continental, pues esas garantizarán el tráfico comercial de las importaciones a las ciudades del país, pero a su vez debe garantizarse que el producto del campesino y pequeño propietario pueda salir hacia los centros poblados y que pueda, además, ser exportado, para lo que se hace necesario el mantenimiento de las vías terciarias. Mientras el producto del campesino no pueda ser sacado de las zonas rurales éste se empobrecerá y tenderá a desaparecer, y a la urbe no le quedará de otra sino importar el alimento de otros países productores. Esto pone a tambalear la soberanía y seguridad alimentaria de los colombianos. La economía campesina debe sostenerse para generar desarrollo económico para el país.