DE LA MONTAÑA AL MAR. CABILDO DE JUVENTUDES EN CARTAGENA.


De toda la geografía nacional salieron bulliciosos buses para la ciudad de Cartagena al Cabildo de Juventudes de la Marcha Patriótica Los jóvenes que viajábamos conformábamos una variopinta paleta de orígenes, ocupaciones, identidades, colores y razas,  en estos buses iban campesinos, jornaleros, raperos, rockeros, universitarios, bachilleres, marxistas, socialistas, liberales, cristianos, negros, mujeres de piel del color de la tierra y blancas lechosas de clima frio como nosotras.

Con la delegación del Huila recorrimos el río Magdalena que ha sido el eje de poblamiento del país, desde su zona alta, territorio de influencia de los grupos insurgentes, pasando por el magdalena medio que es una conocida zona de influencia paramilitar donde los cultivos de palma y la ganadería extensiva son las únicas muestras de ruralidad que existen, en estas tierras no habían campesinos, sólo extensiones y extensiones de palma y grandes fincas ganaderas, salpicadas por pequeños y pobres poblados. La alegría y nobleza de la gente estaba presente en todos estos caseríos, en pailitas donde paramos a almorzar un samario nos ofreció un delicioso dulce llamado pete, que consistía en una preparación caliente de maíz, leche, canela y azúcar. En el trecho de la Antioquia montañera nos encontramos diversos paraderos y restaurantes al abandonar la ciudad, luego comenzamos el asenso por una topografía de llanura alta, clima fresco y abundante agua cristalina, en el descenso por la sabana la zona es netamente ganadera, caballos zainos, vacunos y un extenso trayecto con muy poco o casi ningún poblado daban cuenta de una economía que gira en torno a grandes haciendas y escasa población rural; los dichos de poncho van  desapareciendo rumbo al noroeste para dar lugar a un dialecto caribeño: “compadre Juancho mándeme una carne salá y el que quiera bollo que coja el cuchillo y pata” resonaban alegremente en nuestros oídos y ojo!! Que si tienes miedo estas “cagao” y si haces favores entonces sos una “calidad”.
En el recorrido hacia Cartagena se presentó el mapa que ahondaríamos a lo largo del viaje, la geografía nos mostró los bemoles del actual proyecto de desarrollo, el auge de los cultivos para la producción de alcohol carburante, la desaparición del campesino, la presencia de multinacionales por un lado y por el otro la alegría, la creatividad y la cultura que  se resisten a ser desplazadas. Los inconmensurables de la humanidad, capaz de los actos más atroces, pero también de los más bellos.
Después de 24 y 17 horas de viaje desde el Huila y Antioquia respectivamente, arribamos al castillo de san Felipe en la ciudad de Cartagena, no sin antes haber pasado por la torre del reloj y el parque de la paz que era el lugar clave del encuentro con las demás delegaciones y donde se desarrollarían de manera prometedora los conciertos y eventos grupales. Estando allí nos dimos cuenta que la mayoría de viajantes eran jóvenes campesinos de zonas recónditas que no conocían el mar y estaban ansiosos por descubrir su belleza y libertad.
En Cartagena empezaron los problemas, los organizadores del cabildo habían reservado hoteles en la zona turística  de la ciudad, Boca Grande y el Laguito con 3 meses de antelación, justo el día que empezaron a llegar las delegaciones, según dicen un miembro de la policía se paseó por todos los hoteles diciendo a viva voz, que no recibieran gente del movimiento Marcha Patriótica, ya que según él las más de 10 mil personas que allí estábamos, estudiantes, campesinos, indígenas y gente del pueblo en general éramos guerrilleros y potenciales terroristas.
4000 reservas de hotel fueron canceladas, la delegación del Huila alcanzó a ser alojada en una isla llamada Punta Arena, pero los inconvenientes vinieron con la dotación de comida y el transporte; la policía se dedicó los tres días que estuvimos en Cartagena a perseguirnos,  tomar fotos, inmovilizar los carros de la comida, se apostaban en la entrada de los lugares donde daríamos la discusión política a generar prácticas de empadronamiento, no se encuentra en el marco de las leyes que a la policía le corresponda la presunción de mala fe de los ciudadanos, por antonomasia estas practicas sólo perviven en un país donde el particularismo es pan de cada día,  a los que teníamos la escarapela del movimiento marcha patriótica nos sometían a persecuciones  y minuciosas requisas, como la ocurrida en la entrada del hotel Cartagena plaza donde se desarrollaba la discusión de la mesa de  Democracia y participación política  y donde la selección de requisas iba dirigida a los asistentes de cabildo y no a los huéspedes del hotel, ante este hecho en una mezcla de furor, alegría y desconcierto decidimos cantar con unas amigas a viva voz una improvisada canción, mezcla de rap, champeta y reggaeton, resistiendo a manera del arte al rostro ceñudo de los policías, nuestros versos clamaban así:
Que deje de joder… la policía/ Que busque que hacer… la policía./ Que labre la tierra… la policía/ Que limpie las calles… la policía/ Que siembre un árbol… la policía/ Que coja oficio… la policía/ Que desaparezca la policía… la policía… la policía.
Cantando, riéndonos, sabiendo que a pesar de todos sus esfuerzos por aguarnos la fiesta, la integración y la discusión, disfrutaríamos del mar, rumbearíamos y seguiríamos apostándole a  la  construcción de un nuevo país, critico, hermano, capaz de convivir con la diferencia.
Seguimos en Cartagena, a pesar del hambre, a pesar de que más de 2500 jóvenes que esperaban una merecida cama de hotel, les toco dormir en el suelo en el coliseo -el combate-Decidimos no dejar que empañaran este evento histórico en el que la juventud colombiana se reunió como en mayo del 68 a buscarle los límites a lo imposible, así suene a panfleto o a palabras repetidas, ya decía Borges que todo texto es la repetición de muchos otros, así también en las construcciones políticas, bebemos de las frases de los jóvenes que nos antecedieron.
Nos tomamos las playas, y al son de tambores bailamos cumbias, currulaos, mapalé, joropo, bambucos, rap, rock, punk, la intensidad de nuestras juventudes estuvo allí, bañándolo todo.
El momento más traumático lo vivieron las delegaciones del Suroccidente y de Antioquia, llegaron de más de 59 horas de viaje al castillo de San Felipe, allí la consabida respuesta de los hoteles “a la gente de la marcha no la recibimos, porque ellos son de la guerrilla”,  las reservas estaban pagas, sin embargo, los empresarios hoteleros decidieron seguir la razón de Estado. Dicen los sabios que la lucha de clases se acabó, pero nosotras creemos que lo que pasó en Cartagena evidencia lo contrario, pareciera que, los ricos no quieren permitir que los pobres accedan a los mismos privilegios de mesa, alojamiento y diversión que ellos han tenido ni pagando, osada contradicción del capitalismo.
Eran las 2 de la mañana del viernes, las delegaciones del suroccidente y de Antioquia llevaban esperando más de 5 horas a que les resolvieran su situación, además de los 3 días de camino, los jóvenes, campesinos, indígenas, mujeres, estudiantes, optaron por tomarse el coliseo, en una ciudad en la que el dinero no servía para conseguir una cama.
Los estudiantes estamos “jartos” de las historias de héroes y villanos, nos preguntamos ¿quiénes son los malos en esta historia?, ¿los jóvenes que se tomaron el coliseo después de que los empresarios hoteleros no quisieron recibirlos ni pagando?, o ¿el alcalde que no prestó oficialmente el coliseo sino hasta después de tomado?, o ¿la élite cartagenera que no quería en sus calles tanta diversidad? Los villanos dependen de quien narre la historia, ya decía Walter benjamín “La capacidad de encender en el pasado la llama de la esperanza, solo se da al historiador plenamente convencido de que, si el enemigo vence, ni siquiera los muertos estarán seguros. Y ese enemigo no ha cesado de vencer”.
La historia oficial convirtió el  cabildo de juventudes en una sola historia, la gritó el gobernador airado ante los medios de comunicación “una horda de jóvenes bandoleros llego a Cartagena a destruirla”. Y aunque manipulen hasta los noticieros nosotros seguiremos siendo sinceros reiterando al pueblo bajo el interés público que los funcionarios y miembros del estado, la burocracia, deben obedecer y actuar a través de fines públicos y en ningún momento de fines privados, el Estado es un ente no sólo de regulación sino que debe garantizar los derechos de los ciudadanos.
La escritora senegalesa Chimamanda Adichie, nos habla del peligro de estas historias únicas, ya que sirven para excluir, estigmatizar y reducir la compleja realidad de los pueblos y los hombres a algunas de sus características, sin comprender todos sus entramados, aristas, sin habitar sus laberintos.
Ella nos da varios ejemplos de este reduccionismo, cuando era niña y tenía un trabajador en su casa que era considerado pobre, ella lo catalogaba como tal y no se interesaba por escudriñar más allá de esta denominación fácil y tranquilizante, del mismo modo fue tratada cuando llegó a Estados Unidos a estudiar literatura, sus compañeros la trataban como africana, teniendo sobre ella los cortos referentes que sobre África manejamos los habitantes del resto del mundo, su compañera de cuarto en la universidad no podía entender que ella (una africana) hablase ingles, que le gustasen los mismos grupos musicales, autores e ideas que a una norteamericana, Chimamanda relata lo que experimento ante esto así: “Me impresionó que me tuviera lástima incluso antes de conocerme. Su visión de mí, como africana, se reducía a una lástima condescendiente. Mi compañera conocía una sola historia de África; una única historia de catástrofe en la que no era posible que los africanos se parecieran a ella de ninguna forma. No había posibilidad de que existieran sentimientos más complejos que la lástima ni de conexión como iguales.”
Los jóvenes colombianos debemos escapar de los peligros de las historias únicas, ahora que se acercan vientos de paz, necesitamos una ciudadanía democrática y crítica, que deje a un lado los discursos maniqueos que dividen el mundo en buenos y malos, las guerras son más complejas de lo que parecen, y no es fácil distinguir los héroes de los villanos.
Entre las eternas disputas de héroes y villanos, los jóvenes le apostarán a la construcción de constituyentes locales de paz que exijan el fin del conflicto, no quieren  un país desigual y en guerra para sus hijos e hijas, quieren un país con sones, sabores y olores más dignos y libres, sueñan con un país integro desalambrando con música, poesía, ciencia, cultura, arte y revolución las mallas tangibles que cercan su libertad, el único mecanismo para que funcione la razón pública es aquel donde el consenso de la democracia permita el disenso como la variante que no se somete injustamente ni se autoengaña a una obediencia ciega y esclava.