PACIFICAR LA PAZ

Por: Belén Alarcón Alarcón 
Directora Plataforma Sur


Que ironía. El expresidente Uribe encabezando la extrema derecha colombiana, gran parte de ella permeada por el paramilitarismo y el narcotráfico, quien es el más opuesto a la posibilidad de alcanzar la paz por la vía de la negociación y que no escatimó esfuerzos en derrotar militarmente a la insurgencia, fue el encargado de informarle a los colombianos de los diálogos que viene adelantando el gobierno con las guerrillas colombianas y lo hizo no como mensajero de una buena nueva, si no con la intencionalidad de aterrorizar a la población, quien según su teoría del estado de opinión, permeada por su embrujo autoritario debería oponerse radicalmente a la “maniobra” del presidente Santos.


Mejor heraldo no podía tener el presidente, pues la noticia que Uribe calculó causaría la hecatombe y que le serviría para ocultar su relación con criminales que están prendiendo el ventilador, como el caso del general Santoyo, y que lo involucran, ha sido el mejor termómetro para medir el cambio de opinión de la dirigencia política de centro, centroderecha y que no decir de la izquierda y la del ciudadano de a pie, quienes vienen sufriendo los efectos de esta larvada guerra. Es decir en buen castellano, al señor de las sombras le salió el tiro por la culata, pues esta extrema derecha guerrerista no se percató que su estado de opinión se desmoronaba mientras afloraban, impuestas por la realidad de la guerra, y por fuera de su embrujo autoritario iniciativas de negociación tendientes a la búsqueda de la paz.

Paradójicamente al exministro de la guerra, hoy presidente de la república, le corresponde iniciar un proceso extraño de pacificar la paz, es decir poner orden en el establecimiento y enrumbarlo hacia donde los vientos de la nueva opinión, los movimientos sociales y el desarrollo señalan, que no son otros que la construcción firme de iniciativas de negociación.

Con nuevos escenarios y nuevos actores, este duro camino,  parte de reconocer que la victoria militar, en el corto y mediano plazo, es  imposible y el tiempo del presidente Santos, aun contando con su reelección es tanto más limitado, cuanto más se demore en iniciarla.

En este contexto, en el amplio escenario del suroriente y suroccidente colombiano, entran en juego no sólo los viejos contendientes militares sino también las nuevas fuerzas políticas de la izquierda, como la Marcha Patriótica, las organizaciones sociales y los realinderamientos políticos que desde el centro y la derecha se están dando en perspectiva de la negociación de la paz.

El Huila, cruce de caminos de la guerra, seguramente lo será de la paz, si logra construir e identificar desde el sur, liderazgos apropiados para esta difícil tarea reclamada por la nación entera.